Tras años consumiéndose en cautividad, los orcos que aún quedaban en Azeroth fueron liberados por un antiguo esclavo llamado Thrall. Este joven chamán y su reformada Horda huyeron al continente de Kalimdor para escapar de la invasión de la Legión Ardiente, un ejército demoníaco que buscaba arrasar todo Azeroth. Para debilitar las defensas del mundo, la Legión liberó una nueva y horripilante arma: la Plaga de los no-muertos. El príncipe Arthas Menethil de Lordaeron luchó con valentía para proteger sus tierras contra el temible enemigo, pero su temor y desesperación le llevaron a unir sus fuerzas con el misterioso líder de la Plaga, el Rey Exánime. En Kalimdor, la Horda de Thrall dejó a un lado las viejas rencillas y se unió con otras razas para desbaratar un ataque a gran escala de la Plaga dirigido por el señor demoníaco Archimonde. Pagando un alto precio, la inverosímil unión de humanos, elfos de la noche y orcos derrotó a sus enemigos en la cima del sagrado Monte Hyjal.
Mientras los ejércitos de humanos, orcos y sus aliados se recuperaban de la batalla contra la Legión Ardiente, Arthas Menethil, ahora Caballero de la Muerte, masacraba a los habitantes de los Reinos del Este de Azeroth en nombre de la Plaga. Pero nuevas fuerzas emergían que amenazaban con destruir a Arthas y a sus esbirros: la alma en pena Sylvanas Brisaveloz se rebeló, creando una facción escindida de los no-muertos conocida como los Renegados, y el elfo de la noche con sangre de demonio, Illidan Tempestira, envió a sus ejércitos al continente helado de Rasganorte para combatir contra el Rey Exánime. Arthas se apresuró a defender a su maestro y derrotó a Illidan, quien huyó avergonzado hacia Terrallende. Por último, ya cerca del centro del poder del Azote, Arthas hizo lo impensable y voluntariamente unió su propio espíritu al del Rey Exánime.