Tras el fin de la amenaza de Alamuerte, el Jefe de Guerra Garrosh Grito Infernal aprovechó la oportunidad para atacar a la Alianza y expandir el territorio de la Horda en Kalimdor. Su ataque arrasó por completo la ciudad humana de Theramore e hizo que la violencia global estallase una vez más entre ambas facciones. Una batalla naval arrastró a fuerzas de la Alianza y la Horda hasta la costa cubierta de niebla de la isla de Pandaria, que apareció en mar abierto en contra de lo que decían los mapas y cartas modernos. Al establecer sus bases en el rico continente, las beligerantes facciones entraron en contacto con los nobles pandaren, uno de sus pueblos más prolíficos. La raza ancestral trabajó con la Alianza y la Horda con la esperanza de disipar a los sha: seres efímeros y oscuros despertados de las entrañas de Pandaria por el sangriento conflicto.
El conflicto entre la Horda y la Alianza ha desatado un nuevo y sangriento episodio en Pandaria. Mientras las dos facciones se enfrentaban en las costas del continente, el Jefe de Guerra Garrosh Grito Infernal envió tropas de élite en busca de la Campana divina, un antiguo artefacto mogu capaz de dotar a sus soldados de un poder inimaginable. No obstante, los osados y temerarios actos de Garrosh tuvieron consecuencias nefastas para la Horda, como el estallido de violencia contra los trols Lanza Negra y la expulsión de los elfos de sangre de Dalaran, ciudad de magos que otrora fue neutral. A pesar de que Garrosh reclamó la campana, el príncipe Anduin Wrynn y los agentes secretos del IV:7 de la Alianza siguieron muy de cerca todos los movimientos del Jefe de Guerra. En los picos más altos de la Cima Kun-Lai, el valeroso príncipe frustró los planes de Garrosh y provocó la destrucción del legendario artefacto mogu.
Mientras por toda Pandaria se libraba la guerra entre la Horda y la Alianza, los mogu desperdigados tramaban recuperar su terrible esplendor anterior. Reavivaron su alianza histórica con los trols Zandalari, quienes lograron resucitar al tiránico emperador mogu Lei Shen, el Rey del Trueno, con la esperanza de restablecer el dominio mogu sobre el continente. Los valientes Shadopan se apresuraron a contener a sus enemigos, creando un destacamento especial, el Asalto del Shadopan, compuesto originalmente por guerreros pandaren y contando luego con el apoyo de héroes de la Horda y de la Alianza. Estos campeones intrépidos se esforzaron por derrotar al Rey del Trueno, aunque al mismo tiempo sirvieron a los intereses de sus facciones en Pandaria. Jaina Valiente comandó la Ofensiva del Kirin Tor en su misión de hallar la fuente de todo el poder mogu (y evitar que la Horda se hiciera con él), mientras que Lor'themar Theron se llevó al Embate de los Atracasol en busca del poderoso armamento mogu para que les ayudara en un atrevido plan... Una insurrección contra el Jefe de Guerra Garrosh Grito Infernal.
En su búsqueda del poder en Pandaria, Garrosh Grito Infernal excava parte del sagrado Valle de la Flor Eterna intentando hallar un siniestro artefacto, una decisión que pone en contra de la Horda al Shadopan y a otros pandaren influyentes. Mientras, en la capital de la Horda, Orgrimmar, el jefe Vol'jin y los trols Lanza Negra son declarados traidores y perseguidos por los Kor'kron, la guardia personal de Grito Infernal. La gente de Vol'jin se retira a Durotar y a los Baldíos para reunir suministros y refuerzos con los que contraatacar, contando con el apoyo de su antiguo Jefe de Guerra, Thrall, y un pacto especialmente endeble con la Alianza, cuyo interés en terminar con el dominio de Garrosh podría presagiar cosas no precisamente buenas para la Horda...
Orgrimmar, núcleo de la civilización orca de Azeroth, quedó devastada durante la revolución. Cuando el Jefe de Guerra Garrosh Grito Infernal resucitó el corazón del dios antiguo Y'Shaarj para dar poder a su ejército, profanó el sagrado Valle de la Flor Eterna de Pandaria. Esta afrenta, junto con las conquistas cada vez más peligrosas de Garrosh, provocaron que los rebeldes de la Horda y los adeptos de la Alianza asediaran las murallas de Orgrimmar con la esperanza de destronar al tirano antes de que devastara el mundo entero. Junto a Thrall, los campeones más prominentes de la Horda y la Alianza se abrieron paso hasta la guarida del Jefe de Guerra que estaba bajo la ciudad. Allí la batalla se había vuelto tan cruenta que Garrosh absorbió la energía del dios antiguo para intentar detener su caída. Pero no fue suficiente. A petición del rey Varian Wrynn, el derrotado Garrosh fue llevado a juicio ante los Augustos Celestiales de Pandaria, pero las heridas de su tiranía sangraron durante mucho tiempo.